26 agosto 2010

Un niño igual que tú


Repasando en foros y en blogs sobre crianza, me acabo de dar cuenta que como siempre nos saltamos lo evidente. Que rebuscamos lo que está claro. Que a los adultos en nuestro desarrollo físico y psicológico quizás nos vaya creciendo una tela que nos nubla las ideas y nos transforma en aquello que nunca quisimos ser.


Hacemos apuestas sobre como se debe educar a los hijos, si con mano dura, si con permisividad, si hay que establecer unos límites, si deben aprender a respetar a los adultos como si se tratara de ciudadados de segunda.


Y yo que debe ser que por un momento he perdido la venda de las malas ideas, hoy quiero compartir la clave de la educación y de la crianza de nuestros hijos. Si me lo permitís claro.


La clave como pasa la mayoría de las veces es bien sencilla: el tratar a los niños, a nuestros hijos y a todos los pequeños del mundo con el mismo respeto que trataríamos a cualquier otro adulto o pensar como nos guastaría que nos trataran a nosotros.


O al menos, que ya es un paso, ser conscientes de ello. Porque el conocer esta herramienta es la única forma de poder llegar a tener una relación buena con nuestros hijos.


Si los pequeños se sienten queridos y respetados por sus padres, amigos o familiares, sentirán que forman parte de algo con lo que están comprometidos


¿Cómo van a comprometerse en algo que no les hacemos sentir implicados? imaginad, una conversación entre dos adultos, el niño quiere hablar pero le decimos: "Pablito, espera que estamos hablando los mayores". Estamos excluyendo al niño completamente, marginándole. Él también tiene algo que decir, pero no le dejamos participar. Y así también lo hacemos en muchísimos otros ámbitos de la cotidianedad en los que quedan excluídos. No nos pueden acompañar a hacer la compra, no nos pueden acompañar a hacer deporte, no nos pueden acompañar incluso para ir de vacaciones (me han preguntado doscientas veces este verano si me llevaba a mis hijos de vacaciones... sin comentarios).


Que tratemos a nuestros hijos con respeto, como al resto de seres humanos, no quiere decir que no podamos discutir con ellos, o exponer nuestras necesidades o límites. Cada uno de nosotros, como personas también tenemos nuestro propios espacio, aunque tengo que confesar que desde que soy madre el espacio de mis hijos y mío está bastante unificado, quizás al menos hasta que sean más independientes como personas.


¿Acaso todo esto del respeto,  no lo hacemos con nuestras propias parejas? somos capaces de hablar, dialogar y establecer una relación de iguales sin faltas de respeto y sin imponernos a ellos. O con el resto de personas adultas que conocemos, en el trabajo, con los amigos también mantenemos este tipo de relación de igual a igual.


En realidad, no es tan difícil. ¿Porqué vemos a los niños como seres inferiores a nosotros mismos? Señores pues no lo son. Los niños no son inferiores, en todo caso serían superiores.


Cada día me doy más cuenta que los niños son mucho mejores que los adultos: no tienen tantos prejuicios, pueden hablar de cualquier tema con una inocencia que les hace ser auténticos, se recuperan mucho antes que nosotros y viven muchísimo mejor que nosotros la adversidad vital... y podría seguir dando tantísimos ejemplos.


Por lo tanto, tratemos a los niños como se merecen. Tratemos a los niños como a personas. No hay más.

8 comentarios:

Ileana Medina dijo...

Bravo, Miriam, bravo!!!
Esta entrada será antológica!!!
Magnífica.
Estos días me he tropezado varias veces con esa frase que llaman LA REGLA DE ORO, que está presente en todas las culturas, en todas las religiones, en todos los tratados éticos:
NO HAGAS A LOS DEMÁS LO QUE NO QUIERAS QUE TE HAGAN A TI.
O si quieres, formulada en positivo, como aparece en los evangelios cristianos:
"Todo lo que queráis que os hagan los hombres, hacédselo vosotros también a ellos". Mt 7, 12.
Esa es la clave de la tolerancia, de la bondad humana, y también de una ÉTICA UNIVERSAL.
Y por supuesto,también es la clave de la CRIANZA.
No hay más.
Es así de sencillo y así de simple.
Muchas gracias por esta entrada.
Un abrazote!!!

Miriam dijo...

Ileana, gracias de todo corazón, siempre te digo que los comentarios hay que tomarlos dependiendiendo quien los emite. Y para mí eres toda una maestra en estos temas y reflexiones.

Un abrazo, solo me gustaría dejar claro que para mi no hay personas de segundas... muchas veces las mujeres y sobretodo los niños somos tratados como seres humanos de segunda... y eso no se puede consentir.

Un beso enorme.

Miriam.

Anónimo dijo...

Totalmente de acuerdo... de hecho el otro día esribí un artículo que se publicará en septiembre y va por el mismo estilo ( que va a parecer que te he plagiado :-P ).
La regala Aurea aplica a TODO aspecto de la vida... hasta Gandhi que no era cristiano reconoció el gran valor práctico de esas palabras como clave para conseguir una convivencia pacífica.
Felicidades por tu blog :-)

Tita dijo...

Hoy siento disentir contigo, Miriam.

Totalmente de acuerdo contigo en tratar a los niños con respeto. Y tolerancia, por supuesto.

Ese respeto y esa tolerancia han de ir acompañados de un ajuste a sus intereses (que no son los nuestros) y sus circunstancias (que no son las nuestras tampoco)

No creo que los niños hayan de intervenir, siguiendo tu ejemplo, en según qué conversaciones de adultos. A veces ni siquiera asistir.

Creo firmmente que somos nosotros los que hemos de descender a su nivel (lo siento, pero intelectualmente les falta mucho por desarrollar y es nuestra obligación acompañarles y guiarles en ese camino sin olvidar que no son iguales) siempre que nos sea posible, a su juego, y a su conversación.

Y a la vez introducirle en pequeñas dosis de realidad adulta: compras, visitas, salidas, etc, de forma que podamos explicarle y acompañarle convenientemente.

Pero un niño no es un adulto en miniatura, de ninguna manera. Eso sí, siempre con el debido respeto a su manera fresca e inocente de ver el mundo, que repito, para mí, no es lo más conveniente que en una conversación de adultos, se le deje intercalar siempre que quiera, y le apetezca una anécdota de 3 cuartos de hora, y monopolice la conversación.´

Para mí una cosa es el respeto al niño, y otra la falta de límites. Y hay que enseñarle que si unos adultos están hablando sobre un tema sobre el que no se le ha pedido opinión, deberá RESPETARNOS A SU VEZ y callar ¿o acaso nosotros de adultos damos nuestra opinión en conversaciones que no nos atañen, por ejemplo? ¿o esperamos educadamente a que se nos pida nuestra intervención?

Esto evidentemente supone un papel activo nuestro en implicarle en las cosas en las que sí pueda implicarse. Una decisión de familia, sí lo será, y será ocasión de pedirle su opinión. Una conversación con otros adultos en la calle no lo será, o si me acompaña al doctor. Tendrá que callarse, de la misma manera que lo haría mi madre, o mi amiga.

Respeto...y límites

¡Besos!

espontanea dijo...

Los niños deben aprender a no interrumpir las conversaciones, ni las de los mayores, ni las de nadie, y los mayores también deberían aprender a no interrumpir a los niños cuando hablan. Pero me temo que lo segundo es mucho más complicado. Los niños tienen esa fantástica tendencia natural a aprender, a aprenderlo todo y a imitar todo. Nosotros tenemos el sagrado deber de enseñarles el camino de la vida, ese camino que creemos que hemos asfaltado para ellos. Ellos, en cambio, tienen la bendita virtud de mostrarnos los charcos que no habíamos visto y lo divertido que es chapotear en ellos.

LadyA dijo...

Me ha encantado eso de tratarlos como quieres que te traten a tí...Genial reflexión!!!

Armandilio dijo...

Miri, me la llevo para Bebés y más.
Sabes que estoy de acuerdo. Los niños merecen el mismo respeto que les tenemos al resto de personas (que no quiere decir que les tengamos que tratar como a personas adultas).
Bss.

Ana dijo...

Genial tu entrada!! me ha encantado!