Empatía: 1. f. Identificación mental y afectiva de un sujeto con el estado de ánimo de otro.
Con esta definición describe la Real Academia de la Lengua, el concepto de la palabra empatía y es mi deseo reflejarlo, para que al leer mi entrada, se entienda el concepto que quiero transmitir con ella.
Nuestros hijos y todos los demás niños del mundo mundial, son ante todo personas. Personas que innata mente, tienen la capacidad (incluso ya en el vientre de la mami), de sentir emociones.
Emociones de tristeza, de alegría, de fustración, de miedo. Y no pocas veces, los padres y madres lo olvidamos. Pensando que al ser un niño, la tolerancia a estas emociones y la afectación de las mismas, queda en un segundo plano de la vida de el pequeño.
Esto es un gran error.
Si hacemos memoria -que muchos no estábamos hace tantos años bajo las faldas de nuestras madres- podemos recordar la impotencia que se siente cuando una amiguita dice que ya no eres del grupo. La tristeza con que nos despojamos de nuestro juguete favorito. El drama que supone que no nos dejen jugar porque es la hora de la siesta. La alegría que significa para un niño, el dormir con sus padres porque ha tenido una pesadilla.
La empatía. Algo tan sencillo pero tan tremendamente difícil de recordar, cuando nuestro hijo tiene una rabieta, en medio de un congregado centro comercial a última hora de una tarde, después de una maratoniana jornada de trabajo, viajes en coche, tareas domésticas... y mientras estamos realizando la compra semanal...
Pero a mi modo de ver las cosas, me parece la mejor herramienta que podamos utilizar, en nuestra relación con los niños.
Ellos, aunque no entiendan, porque nos quejamos de que estamos cansados a última hora del día, de que no logren comprender porqué sus padres tienen esa cara de pocos amigos a final de mes. Seguro que harán lo posible, por preguntarnos y intentar entender nuestros problemas. Y nunca nos regañarán diciendo que no hemos hecho bien esto o aquello otro. Que somos un desastre de padres.
Nuestros hijos, nos darán una lección de cariño, si nos ven agotados y tristes. Si incluso damos un grito en un momento de stress. Nos preguntaran porqué lo hemos hecho. Y nos recompensarán con una sonrisa, un beso y un abrazo.
Entonces, deberíamos tomar ejemplo de su bondad, de su empatía. Y rescatar de nuestra mente, de nuestro corazón, a aquel niño que todos y todas llevamos dentro.
Bajar al suelo, sentarnos a su lado mientras sufre y entender que aquel coche de plástico y hojalata que se ha estropeado irremediablemente, es todo un Ferrari de competición en sus ojos y lo más importante: en su corazón.
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