Así me siento. Anclada a la vida. Y seguro que muchas de vosotras también. Condenada a ser feliz mientras la salud y vitalidad, la alegría e inocencia de mis hijos me dejen sentirlo así.
Hoy mismo tengo un dolor de cabeza considerable. Incluso tuve que salir antes del trabajo. Es ese tipo de migrañas que sabes que hagas lo que hagas no desaparecerá tan fácilmente.
Pero aquí estoy, ejerciendo de mamá con mi pequeña, mientras a la vez escribo esto que se me pasa por mi mente en el blog y esperamos la hora de ir a recoger al "tete" al fútbol y regresamos a casa para terminar el día junt@s.
Lo de que las madres estamos ancladas a la vida gracias a nuestros hijos no es mío (claro está), es de Sófocles. Así que como podéis comprobar esto no viene de ahora. Él dijo algo como que: "Los hijos son las anclas que atan a la vida a las madres".
Y para mí, en mi vida es una verdad como un templo. Nuestros hijos nos hacen mirar hacia adelante siempre, hacia el hoy o hacia el mañana. Y solo nos dejan mirar hacia atrás para ver lo felices y dichosos que nos han hecho sentirnos. Nos comprometen con la vida y nos dan ese pequeño empujón que a veces necesitamos cuando las cosas no son como nos gustaría. Nuestros hijos son anclas, nuestros hijos ponen luz y son la medicina de nuestras almas.
1 comentario:
aysss, qué cosa más bonita has escrito, es verdad, nos dan una fuerza donde no la hay, que me lo pregunten a mí esta mañana, que casi me arrastraba para llevarlas al cole, pero hemos llegado y he esperado a que me digan adios desde su fila
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