23 noviembre 2010

Volver a ser niñ@s y lo que de verdad importa

Sábado por la tarde. Salimos a hacer algo de compra en familia. El fin de semana está siendo casero, casero. El otoño comienza a notarse y sobretodo la humedad, por lo que no tenemos muchos planes más que los de estar juntos, que es lo que más  necesitamos después de una larga semana de trabajo.

En la puerta del supermercado hay un parque. Mientras pago en la caja, mi marido sale con los peques. No les importa que el tiempo no acompañe, ellos como siempre felices, saltando, con esa ilusión que les caracteriza.

Cuando me uno a ellos reparo en lo divertido que puede ser montarme en los cacharritos que han puesto. ¡ Son ideales! No se me ocurriría quitarle el sitio a otro niño, pero no hay demasiados peques por ocupar los cacharritos, así que ni corta ni perezosa paso un rato verdadermente genial con mis hijos dando vueltas en una especie de "aparato mareador" y saltando y brincando en una especie de "coche-muelle". Un momento dulce y especial, en la que por un instante me pregunto si hay unas risas más auténticas que las que nos echamos juntos en familia. (Además de lamentar que no hubiera todos estos cacharritos en los parques cuando yo era niña ;)

La verdad es que las personas que estaban a mi alrededor podrían pensar perfectamente que soy una loca chalada. Una mujer de casi 32 años subida en un aparatejo para niños dando vueltas y brincando en otro. Pero tengo que confesar que "me importa un bledo".  ¿Qué de malo hay? No estoy trabajando, ni en un acto que requiera un comportamiento especialmente aceptable para lo socialmente aceptado por los adultos. Estoy con mis niños, disfrutando el momento. Sin más.

Y sinceramente lo recomiendo. Una vez más. Recomiendo disfrutar del día a día con nuestros hijos. Porque ellos son una buena inversión para ser felices. Esta semana leía en el blog del reconocido científico Eduard Punset que hay padres que invierten más en el coche que en sus niños. No puedo estar más de acuerdo. Y no hablo de dinero, ni mucho menos. Hablo de tiempo, cariño, dedicación, paciencia, entrega, formación... se da por hecho que sabemos ser padres. Y es cierto, el instinto está ahí, pero la influencia de lo "éticamente social" nos hace sentir muchas veces perdidos. Tanto que nos dejamos llevar por ello. ¿Porqué no hacemos lo mismo que haríamos por cualquier otra cosa que nos interesara? Qué ocurre ¿qué cualquier hobbie o trabajo requiere un mayor esfuerzo o atención mayor que la que requieren nuestros hijos? ¿Os habéis parado a pensar cuánto tiempo le dedicamos al trabajo, bienestar físico, etc. y cuánto tiempo-dedicación a nuestros pequeños? dependerá del caso claro está. Pero en general en dicha estadística la infancia y familia no sale muy bien parada. Y si no ¿cúantas horas tiene el día? ¿y días la semana?

Porque si se trabajan 8 horas (más los traslados), dormimos 8 horas y pretendemos disponer de tiempo "para nosotros" porque es lo que debemos de hacer para "sentirnos bien" ¿con qué se quedan nuestros hijos? porque además está claro que no podemos mezclar niños, trabajo, aficiones, tareas domésticas...

Aunque a nivel personal creo que esta afirmación es totalmente falsa. Cuando uno se muestra comprometido en su tarea de ser padre y vive enamorado de sus hijos desea pasar el mayor tiempo posible con ellos. La solución es adaptar nuestras vidas en conjunto. Hacer todas las cosas que podamos unidos y compartir nuestro tiempo.

Aprovechar nuestras aficiones y demás momentos para conocernos un poquito más. Invertir nuestro cotizado bien que es el tiempo en criar, educar y vivir a nuestros pequeños. Sin renuncias. Sin sacrificios. Es más fácil de lo que creemos.

Invertir en nuestros hijos. Una buena apuesta. Sin duda. Y si hay que empezar a deshinibirnos en el parque, pues lo hacemos porque además de ser un poquito más felices, ellos también lo serán. Lo recomiendo de todo corazón.

Que vosotros también seáis felices.



1 comentario:

elisa dijo...

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