06 agosto 2009

Respetarse es respetar.



Enseñar a nuestros hijos a quererse como son. Con todas sus virtudes, pero también con sus defectos. Solamente con esta herramienta, podrán hallar la felicidad propia y de su entorno.
Algo tan sencillo de transmitir, pero de tan difícil aplicación, ya que estamos rodeados de una sociedad “perfeccionista” en el envoltorio, pero que no trabaja lo suficiente los aspectos esenciales de la persona: la empatía, la humildad, el autoconocimiento.

Y ¿Cómo hacer que nuestros hijos se quieran y se respeten? La llave de esta pregunta, la tenemos nosotros, los padres. Somos los encargados de tratar a nuestros hijos como lo que son. Seres humanos, personas individuales, parte de nuestra familia: su familia.

Escucharles siempre. Valorar sus opiniones en todos los casos. Dejarles intervenir en decisiones, en las que puedan aportar su propia opinión.

Nunca ridiculizarlos, ni etiquetarlos. Reconocer sus méritos y ayudarles a romper obstáculos. Aunque siempre se puedan admitir y aprender de ciertas dificultades.

Enseñarles a reírse de ellos mismos en ciertas situaciones. Mostrar que no pasa nada, que quien no juega no gana y quien tiene boca se equivoca.

Solamente con estas actitudes, conseguiremos que se respeten, se quieran y sean felices. Y así podrán relacionarse con los demás y con el entorno, con el mismo respeto y cariño. La base de la felicidad, tiene mucho que ver con todo esto, es un gran regalo que les estamos haciendo para siempre.

2 comentarios:

Ileana Medina dijo...

Mucha razón tienes.

El niño que es respetado, aprenderá a respetar.

Algo tan sencillo como eso, y cuánto se ignora, ya no por muchos padres que al fin y al cabo hacemos lo que podemos, si no, lo que es peor, por algunos que van de científicos ofreciendo con prepotencia recetas que atentan contra la integridad de los niños, y justificando y divulgando métodos que los reprimen, manipulan y humillan.

Un abrazo!!!

Miriam dijo...

Pues sí. Por desgracia en nuestra sociedad está aceptado el hacer comentarios a los niños que atentan sobre su integridad emocional.

Cada día los niños reciben mensajes que aunque se realizan desde la buena intención de los que lo lanzan pueden hacerles sentir etiquetados.

¡Que niño más movido!¡Eres malo! Pedrito está gordito. Maria es la más pequeñita de toda la clase. ¡Callaté, eres una cotorra!... ...

Estos son ejemplos rápidos que se me ocurren en dos segundos... pero por desgracia en cualquier sitio se pueden escuchar o igual o parecidos...

Comentarios con una falta de respeto enorme. ¿o acaso se nos ocurriría decir lo mismo a un adulto? creo que la respuesta es obvia.

Un Saludo lleana, y como siempre gracias por aportar a mi blog.

Besos.